
Tú, silbas a lo lejos.
Veloz y coqueto te deslizas entre raíles que han atravesado campos y surcado estrellas, traes so
bre ti aromas de jazmines, olores a trigo recién segado, sabor a brisas marinas y a humos de ciudad.

Yo, mudo y estático, levanto miradas de admiración.
Ojos infantiles investigan, con ansiedad, mis viejos vagones de madera haciéndome evocar el viejo traqueteo y envuelven con cálida alegría mi soledad.
Tú, silbando, rejuveneces mi vejez.
Yo, en silencio, te asomo a la historia.
Y juntos, tú y yo, recorremos un viaje siempre el mismo, siempre diferente.