El Piano

jueves, 10 de diciembre de 2015

                                      PEQUEÑOS RECUERDOS

 

Camino por callejones oscuros de la memoria intentando rescatar imágenes de mí niñez, es un recorrido lento, inquietante y sorprendente. Poco a poco se van encendiendo las luces en los escenarios de mis recuerdos y puedo ver, con toda claridad, las hamacas de colores, donde dormía la siesta en la clase de párvulos, el patio del colegio donde jugaba a las casitas, la botella de leche con el queso de bola que nos daban en la merienda y que a mí me horrorizaba; la calle donde, en largas tardes de verano, hacía travesuras con mis hermanos; mi pequeña mascota, Chiquilín, que me acompañaba al colegio y esperaba, paciente, en la puerta de la iglesia a que acabara la misa. El abrigo rojo, con su gorrito a juego, que me hizo correr delante de unas vacas porque las confundí con una manada de toros y aquel vestido de gasa con lunares rojos y azules que me ponía mi madre , los domingos, para ir al cine.

El Pizarro, hoy una galería de alimentación, era el nombre del cine familiar donde íbamos los niños, porque siempre se proyectaban películas " toleradas para menores". El Lusarreta,  el Delicias, el Candilejas y alguno que otro más eran los cines del barrio pero... las pipas, cacahuetes y sugus eran para mí el viejo cine Pizarro. Su entrada, un salón grande, aparecía empapelado de grandes carteles de color, llenos de princesas, parejas besándose y muchos héroes y heroínas, artistas que yo no conocía, pero siempre sus carteles me embobaban, me hacían fantasear con hechos aún por llegar.

Sentada en sus butacas de madera, con el sillín de terciopelo rojo, soñaba con ser la heroína de Miguel Strogoff, Doña Jimena en el Cid Campeador y lo más apasionante la princesa de Sisí Emperatriz. Pocos años después, en sus sesiones dobles, podía transformarme en Marisol y en Joselito en menos de dos horas.

Muchos recuerdos he conseguido rescatar del laberinto  de mi memoria pero, entre todos ellos, el que más me llena de colores y de aromas, era cuando, al regresar del cine a la hora de la comida, veía a mi madre, con su delantal de cocina, delante de una mesa donde humeaba una sabrosa carne y se adivinaba un delicioso arroz con leche.

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