Con cientos de mandamientos nos encarcela la vida, unos nacen con nosotros...comer, vestirse, dormir,trabajar, otros, impuestos por el orden social, nos obligan a comportarnos de una manera ya establecida... la rutina, la urbanidad, la educación,y otros, mutables y de libre elección, son los llamados morales que aunque generalmente son comunes cada uno de nosotros tiene, aún sin saberlo, sus propios mandamientos y según establezcamos su prioridad nos harán únicos. Básicos y
sencillos, al alcance de nuestro corazón y de nuestra mente, nos están esperando para otorgarnos o quitarnos parcelas de felicidad.Podría llenar páginas enteras si quiero nombrarlos todos, pero hay uno solo que los aglutina:AMAR,para ello solo tengo que estar en paz, calmar la ansiedad y sumergirme en las aguas profundas de la vida: contemplar el mar en calma o las olas agitadas por la tormenta, el aura de la luna llena, el rabo inquieto y agradecido de mi perro, el amanecer luminoso y el rojo oscurecer del ocaso, oler la hierba mojada, el aroma de mi rosal, el pan recién horneado, el tomillo, el romero, dejar que la música me arrulle, oír un verso, una canción, el ronroneo del gato, el te quiero de mis hijos, el abrazo de un amigo, una mirada profunda, una piel acariciadora, la sonrisa del niño, sentir con la cabeza y pensar con el corazón.Todo ello hace posible que me quiera, que me deje querer y que os pueda querer.Este es mi mandamiento.
El 13 de Marzo del 2000, a las 13h 30´ de la tarde mi mujer me dijo- levantaté- aún estoy cansado- lo sé, pero hay que sacar las vacas a pastar, se hará de noche y la luna hoy estará escondida, no verás el camino al regresar- vale, acércame la ropa y enciende el hogar, hace frío- no nos queda leña que prender- cortaré algunas ramas mientras vigilo las vacas y aprovecharé, también, para cepillar a Copita - harás bien, esa yegua está muy mimosa, la ronda el parto- a ella y a la vaca Rojiza aún les quedan días, mujer- no sé, tengo una corazonada- lo haré, aunque sin luna llena creo que ni el potro ni el ternerillo nacerán hoy- ya, pero es martes y 13 y esta rara corazonada.......- ¡ ay mujer ! tu y tus corazonadas.Pablo se viste rápido, le ha sentado bien la pequeña siesta, toma un sorbo de ca
fé del puchero y abrigándose sale de casa.La tarde, joven aún, está ensombrecida y la fina lluvia le golpea el rostro.Con una mano enguantada abre el portón del establo, al tiempo que el candil que lleva en la otra rompe la oscuridad.Oye al ganado mugir inquieto y sus ojos, aún cansinos, buscan a la Rojiza, no la ve, sobre su paja un
a gran mancha le dice que algo pasa. Camina buscando inquieto y temeroso al animal, relinchos y mugidos se unen haciendo eco en las paredes de la cuadra, aireando el candil mira en todas direcciones.En un rincón, junto a la yegua está la vaca y allí, entre las patas de Copita y Rojiza, acurrucados, dándose calor, dos pares de ojos le miran sorprendidos; grandes lametazos limpian los lomos de los recién nacidos mientras sus torpes patas tratan de alzarse. Pablo sonríe, su rudo y ajado rostro no puede evitar que escapen de sus arrugas gestos de ternura.No hay luna llena, no son los días señalados para el parto, quizás el 13 del 3 a las 13h 3o´ de la tarde, la corazonada de su mujer trajo, a un día que se apaga, nuevas luces que iluminarán su establo y también sus vidas.