El Piano

domingo, 8 de noviembre de 2015

HAMELIN



Un torpedo de ideas danza por su cabeza sin estallar. Sin saber como, por unas cuantas monedas, está enredado en una telaraña de promesas. 

-¡¡ Malditos roedores !! de una manera u otra tengo que acabar con ellos; pero....¿ cómo ?
- pondré trampas para ratones...no, demasiados niños traviesos jugando por las calles,
- usaré matarratas...¡¡ uff !! demasiados animales sueltos por la aldea, se envenenarán
-los mataré uno a uno con un tirachinas...¡¡ que bobo !! no acabaría nunca, si  de una rata salen mil.

Mientras así cavila ve, a través de la ventana, como la lluvia cae sobre el río.
Los ratones, dueños ya de la ciudad, corretean divertidos entre las piedras, los árboles y las casas, seguros ante el temor que provocan en los vecinos.

Está inquieto, un sudor frío, ante la duda de cómo hacer, le baña la cara; necesita pensar. Allí, encima de la mesita, al lado del despertador, está la flauta, la coge y comienza a soplar una improvisada melodía Toca para amainar la lluvia, para acallar el viento y toca llamando a la imaginación; no sabe que está tocando una melodía mágica que hace que las ratas y ratones salgan despavoridos, atravesando los maizales, directos al río donde van cayendo por una catarata mortal.

Con la emoción metida en los bolsillos y la música brotando de su boca, sale a la calle; todo Hámelin  le sigue...mujeres, niños, hombres, mascotas, animales de granja, hasta los pájaros revolotean, bailando, al compás de las notas. En un cortejo festivo van, tras los pocos roedores rezagados, en dirección al río.

Aquella tarde cesó la lluvia, dejo de ulular el viento, el caudal del río volvió a su cauce y él, no solo recibió sus monedas, también fue nombrado con muchos honores el " flautista de Hámelin ". Y aunque hace mucho, mucho tiempo, aquella flauta adorna, aún, el salón principal del ayuntamiento.                                                    

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