Es este rostro, donde el aire y el sol forjaron arrugas, el mismo que al cerrar los ojos contemplo en el túnel del recuerdo, y veo tu carita ingenua, noble, llena de luz y de esperanza, adornada con tirabuzones y algún que otro bonito sombrero.
A veces pícaros pensamientos anidan en mi mente y entonces retornas a mí parando el tiempo. En esos momentos vuelvo a sentir la felicidad infantil, porque fuiste muy feliz rodeada de amor y juegos, sin sospechar que la vida te daría instantes muy tristes e intensos momentos de ilusión.
Y ya ves, estoy aquí hablándote, imaginando que puedo atravesar los años para decirte que no dejes de mirar los ojos oscuros de madre, que fundas la cara entre sus pechos cuando tumbada sobre ella te abrigue su vientre, que te alimentes de ternura con el cálido latido de su corazón; que cuando te castigue borres ese gesto mohíno que te caracteriza y extendiendo los brazos le pidas perdón.
Que cantes con todas tus fuerzas al compás de padre, las inacabadas canciones de los domingos, cuando acurrucada a su lado, esperas el colacao, que le pidas que te lleve a hombros por la calle y que te estés quietita y silenciosa cuando oiga esa emisora de la radio que hace tanto ruido y que nadie debe de saber que escucha.
Que aproveches los momentos de juego con los hermanos y no te enfades cuando parezca que se ríen de ti.
Que te tomes la leche en polvo y el queso amarillo del cole, aunque se que no te gusta mucho; que te llenes del olor de la estufa, de las tizas y los lapiceros de la clase.Que saques brillo a esos bonitos zapatos de charol y que te muevas dando vueltas a tus vestidos almidonados.
Que al acostarte dejes que la abuela caliente, sobre tus piernas, sus pies y que no llores mucho cuando se vaya porque allí donde está sigue cuidando de ti.
Es genial poder hablar y reencontrarme contigo, aunque de alguna manera siempre vuelvo a ti.
Canta, ríe, juega, deja que entre el sol y sueña, nunca dejes de soñar que la vida te está esperando.
Me llaman Rita y a ratos soy feliz y a ratos no. Vivo en una comunidad sin puertas, en la que se puede oír y ver a todos.
Cuando canta el gallo, y apenas a salido el sol, me asomo a la ventana y ahí está él, mi vecino de enfrente, macho bravío, fuerte e impetuoso, indiferente a lo que pasa a su alrededor, pero cuando ve que me desperezo, su melena rubia se agita y sus ojos felinos me miran con frenesí, me quiere devorar, lo sé, le gusta la carne fresca y yo, desnudita, tiemblo de miedo; claro que el vecino de mi derecha siempre está al acecho y sale en mi defensa, con sus grandes zancadas, su piel llena de arrugas y su increíble nariz, comienza a bramar en un intento de asustar a tan desagradable admirador, y lo consigue, porque éste da media vuelta y se tumba a descansar, para mi que es muy vago.
También tengo un vecino que huele fatal, se pasa el día dentro de los barrizales y gruñe constantemente.
Si me empino un poco puedo ver, al de dos calles más abajo, llorar sin consuelo mientras se mete en el agua dando brazadas al compás de los castañeos de su vecina la del ático.
Con tal alboroto , la que vive más abajo, alarga su cuello, yo creo que es para cotillear, porque siempre mira de reojo y no para de mover sus mandíbulas rumiando algo; se que me tiene celos porque ningún vecino la mira a ella, y ¿ qué quiere? si es
que tiene el cuerpo llenito de tatuajes a cuadros marrones y además tiene las orejas largas y de soplillo.
A esta hora, con tanto alboroto y el estomago vacío tengo un humor de perros y creo que no soy feliz, aunque se que esto pasará pronto y enseguida alguna pequeña mano me tirará cacahuetes y se reirá con mis gracias, se que oiré el relincho de los caballos y que veré volar al águila, que escucharé gaznar al cisne y se que seré feliz, porque lo que más feliz me hace llegará pronto, ella está dentro de la cabaña y saldrá para atusarme los pelos y buscará en ellos, ¿qué sé yo lo que buscará ? pero me hará cosquillas y me entrarán muchas ganas de saltar por las ramas y entonces si que sí seré feliz, porque la carita de los niños que vengan a verme al zoo estará sonriente, les oiré llamarme y alargar su mano queriendo jugar conmigo.
Por eso os digo que en esta comunidad en que vivo a ratos no soy feliz y a ratos si soy feliz
En una ciudad cercana, cuyo nombre no os voy a decir, vivía un hombre con mucha imaginación; por su mente se paseaban tantas ideas que su cabeza a veces parecía que le iba a estallar, pero en aquella ocasión las muecas de dolor se transformaron en sonrisas.
¿ Qué pasaría si a las calles de mi ciudad les cambiáramos los coches por caballos ?
Tanta era su fantasía que veía los semáforos como postes de madera a los que habría que aplicar un dispositivo de diferentes tonos de relinchos con el fin de avisar a los peatones cuando deberían pasar; la contaminación acústica también sería diferente, ya no habría bocinazos solo se oiría trotar o galopar.
Las calles transformarian los garajes en establos, los talleres mecánicos en herrerías, en las tiendas de repuestos se ofertarían herraduras y sillitas de montar para niños y en los chinos ya no se vendería pan sino heno y paja.
Reaparecerían lo
s herreros, aumentaría la plantilla de los barrenderos cuya labor se premiaría, al menos una vez al año, porque reciclarían el estiércol para hacer combustible y lo guardarían en espacios especiales de los grandes almacenes creados para tal ocupación, consiguiendo con ello aumentar el número de ventas de estufas y abaratando la factura del gas; claro que habría que crear un cuerpo especial de policía para el control de la amoniacolemia ya que tanto amoniaco, secretado en el asfalto, afectaría la serenidad de los caballos, aunque quizás para calmarlos sería necesario levantar, en varias de las esquinas, mancebías de yeguas, eso si, muy controladas por lo que el paro de los veterinarios disminuiría. También disminuiría la población y el dolor de
cabeza nocturno que padecen a veces las mujeres, porque ese dolor ya no sería necesario al estar los hombres muy ocupados en tomar antiinflamatorios para curar sus partes nobles.
Llegado a este punto su imaginación echa el freno y agotado con tanta fantasía se adormece en el sillón. Pero no...la fantasía le sigue acompañando y sueña con calesas, se entristece pensando que los viajes entonces serían más largos, aunque a decir verdad, se fomentarían las comidas campestres y en vez de gasolineras habría fondas y abrevaderos, es más, el patentaría abrevaderos de dos grifos, uno de agua para los caballos y otro de cerveza para los jinetes.
Fue tanta la borrachera que se imaginó que de un salto se levantó del sillón y con la euforia que da el alcohol comenzó a reír, tan grandes fueron sus risotadas que creo que sigue con las mandíbulas desencajadas, pero eso si, aún se puede oir por la ciudad su exclamación
¡¡ cuantos caballeros habría !!