¿ Qué pasaría si a las calles de mi ciudad les cambiáramos los coches por caballos ?
Tanta era su fantasía que veía los semáforos como postes de madera a los que habría que aplicar un dispositivo de diferentes tonos de relinchos con el fin de avisar a los peatones cuando deberían pasar; la contaminación acústica también sería diferente, ya no habría bocinazos solo se oiría trotar o galopar.
Las calles transformarian los garajes en establos, los talleres mecánicos en herrerías, en las tiendas de repuestos se ofertarían herraduras y sillitas de montar para niños y en los chinos ya no se vendería pan sino heno y paja.
Reaparecerían lo


Llegado a este punto su imaginación echa el freno y agotado con tanta fantasía se adormece en el sillón. Pero no...la fantasía le sigue acompañando y sueña con calesas, se entristece pensando que los viajes entonces serían más largos, aunque a decir verdad, se fomentarían las comidas campestres y en vez de gasolineras habría fondas y abrevaderos, es más, el patentaría abrevaderos de dos grifos, uno de agua para los caballos y otro de cerveza para los jinetes.
Fue tanta la borrachera que se imaginó que de un salto se levantó del sillón y con la euforia que da el alcohol comenzó a reír, tan grandes fueron sus risotadas que creo que sigue con las mandíbulas desencajadas, pero eso si, aún se puede oir por la ciudad su exclamación
¡¡ cuantos caballeros habría !!
1 comentario:
:-) precioso e imaginativo cuento. Y una buena medida para terminar con la tan de moda contaminación. Convivir con los bellos animalitos y no terminar con nuestro sistema, que ya bastante hacemos los humanos, por destrozarlo
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