El Piano

miércoles, 15 de abril de 2009

UN DIA DE SUSTO



Me llamo Marina y tengo 10 años. Vivo en un barrio de una ciudad muy grande y bonita. Tiene muchos árboles
de donde caen unas florecillas blancas que me gusta comer y mi calle está llena de tiendas pequeñas, la del "Donato" el tendero, la de la "Soco" la cacharrera, donde compro los sacis y los chicles y también cambio las novelas de guerra y los cromos de mi hermano. Hay una farmacia y la señorita Elda que nos despacha es muy simpática. En la esquina hay una vaquería con un olor que nos marea mucho pero a mi me gusta mirar dentro cuando Paco, el lechero, ordeña las vacas, porque la leche cae a un cubo gris de metal desde unos pezones enormes y hace mucha espuma, las oigo mugir y eso no me asusta pero sus ojos tan grandes a veces me miran mucho y quiero salir corriendo. No se si algún día me atreveré a decirle al lechero que me deje tocarlas, quiero hacerlo pero tendrá que estar él a mi lado por si me muerden o me dan con su rabo tan largo.

A veces las saca a pasear por mi calle, llevan unos cascabeles y los niños los oímos y entonces corremos a verlas y nos entra la risa porque Paco lleva un palo y les da con él en el culo.
El otro día pasé mucho miedo, mi mamá me había hecho un abrigo rojo muy bonito que hacía juego con un gorro que era rojo también, y como era domingo me lo puse para ir a la iglesia del cole.
Cuando salí a la calle yo miraba mis zapatos de charol que me gustan mucho y estaba embobada con ellos y no oí los cascabeles pero si los mugidos y volví la cara y vi muchas cabezas con cuernos muy grandes. En la radio había oido que los toros siempre van al color rojo y que te atacan, así que salí corriendo y gritando y me metí en un portal, llame a una puerta que yo no conocía, la señora que abrió me preguntaba que por qué lloraba pero yo no podía hablar del susto, me sentó en una silla de la cocina y me dio un vaso de agua mientras intentaba que dejara de llorar, también me ofreció galletas y poco a poco se me acabaron las lágrimas, entonces le conté que venían muchos toros detrás de mí y como mi mamá me había puesto mi abrigo nuevo que era rojo me daba miedo que me atacaran, ella se sonrió y me cogió de la mano, me llevó hasta el balcón y me dijo que mirara, entonces vi a Paco dando con el palo a un culo y oí los cascabeles y me eché a reír porque aquellos toros no eran toros eran las vacas del lechero dándose un paseo.
Después el susto se me pasó y la señora y yo nos reímos un buen rato.
Desde entonces todos los domingos que me pongo mi gorro y mi abrigo rojo subo a casa de María y ella me da galletas que me como sentada en la silla de la cocina mientras que las dos nos morimos de la risa.

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