El Piano

miércoles, 17 de febrero de 2010

CARTA A MI PADRE


Los bolsillos de mi padre, como un viejo desván, guardaban siempre tesoros escondidos.
Demasiado grandes para mis pequeñas manos me obligaban a rebuscar y mis dedos se perdían entre las entretelas que mi madre, pacientemente, recosía una y otra vez.
Tras la puerta, esperando su llegada, mi fantasía volaba hasta el deseado escondite imaginando que podría haber, porque siempre había algo y si al buscar lo encontraba vacío, él metía en sus bolsillos las manos y las sacaba llenas de caricias y esto... también me gustaba.
El recuerdo de su sonrisa pícara y sus ojillos alegres al observar mi impaciencia, vaga por mis sentimientos y una nube de nostalgia, que no de melancolía, me envuelve.
No solo sus bolsillos estaban llenos, su corazón, pleno de sabiduría, brotaba como una fuente de donde yo bebí el amor por la libertad, la fraternidad y el agradecimiento; él me enseñó a vivir cantando y a tener esperanza en la adversidad, y aunque hace mucho tiempo que duerme, sigue siendo para mi frío un abrigo y para mis miedos un refugio.
Cuando el olvido se adueña de mí y todo lo aprendido se me esconde, saliendo de mis recuerdos, él extiende sus manos poniendo luz en la oscuridad.

" Padre, llenaste mis bolsillos de muchas cosas y hoy cuando mis hijos y nietos, como en un viejo desván, meten las manos en ellos, siempre encuentran, como yo encontraba en los tuyos, un cálido e inagotable caudal de caricias.
¿ Sabes ?... también hay algo que continuamente se escapa de ellos, una eterna caricia que llega hasta donde tu estás... el infinito.


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