El recuerdo, abrumado por el antiguo miedo, se acerca pausadamente a mí intentando esconderse en la profundidad de la memoria. Como un fotograma, las imágenes van apareciendo lentamente colocándose hasta formar la verdadera historia.
Años de persecución, de secuestros de ideas, de gritos en espontánea reacción ante las injusticias, de grilletes sellando labios, de carreras sin fin ante los guardianes del orden establecido, de pensamientos enclausurados, de reuniones clandestinas y compañeros anónimos con nombres falsos.
Es la noche del 30 de abril del año 68, la situación política internacional anda alterada y en Madrid se respira el silencio; el miedo danza a su antojo en todas y cada una de las células clandestinas que luchan sin tregua para recuperar la libertad.
Con 17 años hace tiempo ya, que me llamo Rosa. Hija de padres comprometidos y familiares encarcelados, mi cuerpo, mi mente y mi alma rebosan idealismo; el ansia de conseguir la libertad me hace intrépida e impetuosa y esta noche soy la encargada de colocar por las calles algunas pancartas con el lema " Viva el 1º de Mayo ", " Abajo la dictadura " y que sé yo cuantas cosas más.
Los palos de aquellas pancartas sobrepasan mi baja estatura, agarrados fuertemente con las manos espero el autobús que me llevará al punto de encuentro; son las 12 de la noche y sola, ante la parada, espero tiritando de miedo, se lo que me puede ocurrir si algún policía de uniforme o vestido de paisano me ve, me espera la cárcel y lo que es peor, el interrogatorio en los bajos de gobernación.
El viento sopla y el silencio de la soledad se rompe con el ruido del motor del bus, estoy a salvo, allí dentro no pueden verme. Se para, abre sus puertas, subo, me acerco al cobrador y al mirar hacia adelante, los veo, son dos, no me miran, están de espaldas y con cara de pocos amigos se están diciendo algo, sus tricornios me avisan que son guardias civiles y mis dedos empiezan a temblar dentro del monedero, las piernas se me aprietan intentando adormecer mi vejiga, pero no lo consiguen; el cobrador con mirada extraña pone ante mi una cara llena de interrogantes y yo grito por dentro -¡¡ no me hables, ignoramé, no preguntes que me pasa!! ellos volverán la cabeza, me verán y comenzará la pesadilla.
Debe de sentir mi mensaje porque sus labios no se abren, me da el billete y alargando el dedo me señala el último asiento, aquel en el que paso desapercibida.
Las pancartas las coloco con ayuda de Carlos, hoy llamado Alberto, espera escondido en un portal y tanto debe de ser, también, su miedo que no ve lo que mi vejiga ha hecho en mis pantalones.
Solo dos paradas recorrió aquel autobús hasta que los guardias civiles se bajaron, tan solo unos pocos minutos pero os aseguro que fueron los más largos y mojados de mi vida.
Es este rostro, donde el aire y el sol forjaron arrugas, el mismo que al cerrar los ojos contemplo en el túnel del recuerdo, y veo tu carita ingenua, noble, llena de luz y de esperanza, adornada con tirabuzones y algún que otro bonito sombrero.
A veces pícaros pensamientos anidan en mi mente y entonces retornas a mí parando el tiempo. En esos momentos vuelvo a sentir la felicidad infantil, porque fuiste muy feliz rodeada de amor y juegos, sin sospechar que la vida te daría instantes muy tristes e intensos momentos de ilusión.
Y ya ves, estoy aquí hablándote, imaginando que puedo atravesar los años para decirte que no dejes de mirar los ojos oscuros de madre, que fundas la cara entre sus pechos cuando tumbada sobre ella te abrigue su vientre, que te alimentes de ternura con el cálido latido de su corazón; que cuando te castigue borres ese gesto mohíno que te caracteriza y extendiendo los brazos le pidas perdón.
Que cantes con todas tus fuerzas al compás de padre, las inacabadas canciones de los domingos, cuando acurrucada a su lado, esperas el colacao, que le pidas que te lleve a hombros por la calle y que te estés quietita y silenciosa cuando oiga esa emisora de la radio que hace tanto ruido y que nadie debe de saber que escucha.
Que aproveches los momentos de juego con los hermanos y no te enfades cuando parezca que se ríen de ti.
Que te tomes la leche en polvo y el queso amarillo del cole, aunque se que no te gusta mucho; que te llenes del olor de la estufa, de las tizas y los lapiceros de la clase.Que saques brillo a esos bonitos zapatos de charol y que te muevas dando vueltas a tus vestidos almidonados.
Que al acostarte dejes que la abuela caliente, sobre tus piernas, sus pies y que no llores mucho cuando se vaya porque allí donde está sigue cuidando de ti.
Es genial poder hablar y reencontrarme contigo, aunque de alguna manera siempre vuelvo a ti.
Canta, ríe, juega, deja que entre el sol y sueña, nunca dejes de soñar que la vida te está esperando.
Me llaman Rita y a ratos soy feliz y a ratos no. Vivo en una comunidad sin puertas, en la que se puede oír y ver a todos.
Cuando canta el gallo, y apenas a salido el sol, me asomo a la ventana y ahí está él, mi vecino de enfrente, macho bravío, fuerte e impetuoso, indiferente a lo que pasa a su alrededor, pero cuando ve que me desperezo, su melena rubia se agita y sus ojos felinos me miran con frenesí, me quiere devorar, lo sé, le gusta la carne fresca y yo, desnudita, tiemblo de miedo; claro que el vecino de mi derecha siempre está al acecho y sale en mi defensa, con sus grandes zancadas, su piel llena de arrugas y su increíble nariz, comienza a bramar en un intento de asustar a tan desagradable admirador, y lo consigue, porque éste da media vuelta y se tumba a descansar, para mi que es muy vago.
También tengo un vecino que huele fatal, se pasa el día dentro de los barrizales y gruñe constantemente.
Si me empino un poco puedo ver, al de dos calles más abajo, llorar sin consuelo mientras se mete en el agua dando brazadas al compás de los castañeos de su vecina la del ático.
Con tal alboroto , la que vive más abajo, alarga su cuello, yo creo que es para cotillear, porque siempre mira de reojo y no para de mover sus mandíbulas rumiando algo; se que me tiene celos porque ningún vecino la mira a ella, y ¿ qué quiere? si es
que tiene el cuerpo llenito de tatuajes a cuadros marrones y además tiene las orejas largas y de soplillo.
A esta hora, con tanto alboroto y el estomago vacío tengo un humor de perros y creo que no soy feliz, aunque se que esto pasará pronto y enseguida alguna pequeña mano me tirará cacahuetes y se reirá con mis gracias, se que oiré el relincho de los caballos y que veré volar al águila, que escucharé gaznar al cisne y se que seré feliz, porque lo que más feliz me hace llegará pronto, ella está dentro de la cabaña y saldrá para atusarme los pelos y buscará en ellos, ¿qué sé yo lo que buscará ? pero me hará cosquillas y me entrarán muchas ganas de saltar por las ramas y entonces si que sí seré feliz, porque la carita de los niños que vengan a verme al zoo estará sonriente, les oiré llamarme y alargar su mano queriendo jugar conmigo.
Por eso os digo que en esta comunidad en que vivo a ratos no soy feliz y a ratos si soy feliz
En una ciudad cercana, cuyo nombre no os voy a decir, vivía un hombre con mucha imaginación; por su mente se paseaban tantas ideas que su cabeza a veces parecía que le iba a estallar, pero en aquella ocasión las muecas de dolor se transformaron en sonrisas.
¿ Qué pasaría si a las calles de mi ciudad les cambiáramos los coches por caballos ?
Tanta era su fantasía que veía los semáforos como postes de madera a los que habría que aplicar un dispositivo de diferentes tonos de relinchos con el fin de avisar a los peatones cuando deberían pasar; la contaminación acústica también sería diferente, ya no habría bocinazos solo se oiría trotar o galopar.
Las calles transformarian los garajes en establos, los talleres mecánicos en herrerías, en las tiendas de repuestos se ofertarían herraduras y sillitas de montar para niños y en los chinos ya no se vendería pan sino heno y paja.
Reaparecerían lo
s herreros, aumentaría la plantilla de los barrenderos cuya labor se premiaría, al menos una vez al año, porque reciclarían el estiércol para hacer combustible y lo guardarían en espacios especiales de los grandes almacenes creados para tal ocupación, consiguiendo con ello aumentar el número de ventas de estufas y abaratando la factura del gas; claro que habría que crear un cuerpo especial de policía para el control de la amoniacolemia ya que tanto amoniaco, secretado en el asfalto, afectaría la serenidad de los caballos, aunque quizás para calmarlos sería necesario levantar, en varias de las esquinas, mancebías de yeguas, eso si, muy controladas por lo que el paro de los veterinarios disminuiría. También disminuiría la población y el dolor de
cabeza nocturno que padecen a veces las mujeres, porque ese dolor ya no sería necesario al estar los hombres muy ocupados en tomar antiinflamatorios para curar sus partes nobles.
Llegado a este punto su imaginación echa el freno y agotado con tanta fantasía se adormece en el sillón. Pero no...la fantasía le sigue acompañando y sueña con calesas, se entristece pensando que los viajes entonces serían más largos, aunque a decir verdad, se fomentarían las comidas campestres y en vez de gasolineras habría fondas y abrevaderos, es más, el patentaría abrevaderos de dos grifos, uno de agua para los caballos y otro de cerveza para los jinetes.
Fue tanta la borrachera que se imaginó que de un salto se levantó del sillón y con la euforia que da el alcohol comenzó a reír, tan grandes fueron sus risotadas que creo que sigue con las mandíbulas desencajadas, pero eso si, aún se puede oir por la ciudad su exclamación
¡¡ cuantos caballeros habría !!
No se cuando ni donde apareció mi primer ancestro, porque soy incapaz de teclear el ordenador para averiguarlo, pero debió de ser hace mucho tiempo, quizás naciera antes que el fuego, claro que en aquel entonces seria bastante rudimentaria.
Mi familia es grande y muy variada, somos de todos los colores y materiales que os podáis imaginar y entre nosotras las hay feas, feísimasy otras como yo que somos bonitas, bonitas, y es que soy de metal, toda pintadita de negro y con unos brillantitos que me hacen lucir muy bien.
Abrazar las melenas es para mi estar en el paraíso y alli, cómodamente, paso la mayor parte del tiempo; pero un día, sin saber por qué, empecé a notar cosquillas, mis brillantes comenzaron a bailotear de inquietud y entonces los vi.. unos puntitos negros danzaban nerviosamente a mi alrededor y unas uñas salvajes los atacaban con furia.
¿Miedo?... terror es lo que sentí¡¡Que me caigo!! pero nadie me sabia oir y menos entenderme y .. ¡Zas¡ a la sopa; adiós brillantitos, me quede sin luz; apagada y triste me metieron dentro de una caja, mi cuerpo por un lado y los brillantes por otro. ¡Que rota estaba!
Andaba gimoteando envuelta en mi desolación cuando noté la presencia de algo.
¡¡Ozú!! un sujetapelos y yo desnudita.
¿ A qué vienen esos pucheros que hacen que tu alambre se retuerza?
¿ Pues no lo ves? se me han caído los brillantes y sin ellos estoy horrible.
¿ Con ellos lucirías más bonita? porque te digo una cosa... a mí me gustas así
Y ahí estaba yo hablando, sonrojada con el descarado sujetapelos, cuando unas gotas de algo pegajoso resbaló por mis solitarios agujeros
¡¡Que me quemooooo!!¡¡Uff!!... ya no...¡¡ que alivio!!
¡¡Ahh!! si me han pegado los brillantes
Bueno, después del susto ya os puedo decir que luzco de nuevo muy bonita, aquellas gotas de eso tan pegajoso hizo que el sujetapelos y yo nos abrazásemos y ya nunca
nos hemos podido
despegar.Así que¿ qué os voy a contar que no halláis descubierto ya? ... Soy una horquilla, pero eso si... con novio, un bonito y descarado sujetapelos
Nací un día del mes de noviembre entre llantos y sonrisas y aunque el olvido se adueñó de mi memoria, se que en ese insta
nte adquirí un compromiso: vivir y una única obligación: darle contenido.
En aquel momento la vida puso ante mí un libro en blanco rodeado de actos, pensamientos, sensaciones y aptitudes, creándome la obligación de escribir con ellos correctamente sus páginas, dándome al mismo tiempo la libertad de equivocarme y poniendo en mis manos las herramientas adecuadas para corregir los errores.
No es la vida la que está obligada a darme lo que espero de ella, aunque en el caminar me empuje la esperanza, por el contrario, es ella la que espera de mí que cuando escriba la última página y ponga fin a mi libro, me despida con una sonrisa en el rostro y el agradecimiento dibujado en el corazón.
Dependiendo de como escriba el libro me despediré sintiéndome más o menos afortunada de haber paseado por el frondoso bosque que es la vida.
Cómo hacerles entender
que necesito batir mis alas,
moverlas con el viento
atravesando montañas,
que quiero sentir en mi cara
el frescor de la alborada
y oler con mi pico
el verdor de la hierba mojada.
Cómo hacerles entender
que en esta jaula me siento
sin vida, se apagan mis cantos,
me siento en la nada,
que quiero picotear el trigo
que el alpiste me empacha,
que el columpio en el que bailo
me aburre y me espanta.
Cómo hacerles entender
que necesito los árboles y las ramas,
que quiero en sus verdes hojas
envolver mis nidadas
y acariciar con el pico mis crías
sin ojos y sin miradas.
Os lo ruego...¡¡ abrirme ya la jaula!!