
Cierro los ojos y aspiro el aire, hace años ya que este olor no me envuelve.Como un perfume caro el olor del lúpulo y la cerveza tostada me llega desde lejos haciendo que cobren vida sensaciones olvidadas.
Un calidoscopio de aromas resucita mi niñez, puedo ver la vieja fábrica de cervezas que, como una mole, se eleva ocultando la explanada de hierba que hay detrás y da sombra a una docena de hamacas multicolor que refugia a los vecinos de un duro día de trabajo.
Nuestras madres tejen labores interminables mientras con sus charlas acompañan las muecas que los hombres intercambian en sus juegos de cartas. Los niños corremos jugando al " que te pillo " y el aire está lleno de olor a guisos, pan recién hecho y leche ordeñada. Caballos sin jinetes pasan dejando entre sus patas excrementos que nos obli
gan a taparnos la nariz en un gesto involuntario.
Y aquel balcón desde donde mi abuela, con su delantal tapizado de un sin fin de aromas caseros me llama para que suba a cenar, augurando un exquisito olor a tortilla y a arroz con leche.
Y mi casa con olor a lejía, carbón de quemar y ropa planchada.
No quiero abrir los ojos porque aunque nunca me gustó la cerveza el olor del lúpulo y la cebada tostada, como una gran esponja, me empapan del entrañable e inolvidable olor de mi madre.
1 comentario:
Este especialmente me trae muchos recuerdos,pero por partida doble,porque he experimentado eso contigo y con ella.Te quiero mucho,espero estar pronto a tu lado.Esta todo muy bonito.
Raul.
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