El Piano

viernes, 16 de enero de 2009

UN CUENTECILLO DE NAVIDAD



Corrían días de fiesta, era navidad y en Camelot todos sus moradores sufrían de tedio y aburrimiento, hacía meses que las guerras se habían terminado y a falta de saber entretenerse se dedicaban a bostezar y bostezar.
Lancelot, gran caballero de la tabla redonda, despojado de su armadura pero con su espada en el cinto se paseaba apático y soñoliento por los jardines del castillo.
Los días eran vacíos y largos, con la barba sin afeitar y las botas sin bruñir daba patadas a las piedras del camino.
El cielo lleno de nubes y los campos cubiertos de nieve aumentaban su melancolía; alzó los ojos y en lo alto una nube de forma extraña le susurraba algo. Aunque sintiéndose ridículo empinó los pies y puso su mano en una oreja.
- te noto decaído Lancelot
-si, es que no hay guerras y me aburro
- prueba a jugar como si fueras un niño
- ¡ que absurdo! hace tiempo que deje de serlo, no recuerdo como jugar
- ¡ ya me gustaría, ya !
- pero lo mio son las batallas
- pídelo, es navidad, la nieve que hoy cubre los caminos está llena de magia, solo tienes que coger un puñado entre tus manos, cerrar los ojos y pedirlo
- ¡¡ va !!
- inténtalo
Sin otra cosa mejor que hacer el caballero de la tabla redonda, incrédulo pero curioso, se arrodilló sujetando su espada con una mano mientras que con la otra recogía un poco de nieve, cerró los ojos y lanzó su deseo a los aires. - Quiero jugar y divertirme como un niño en días de navidad.
Al instante la nube lo envuelve y elevándolo le lleva lejos, muy lejos, hasta donde los duendes de los cuentos se afanan en fabricar juguetes.
- Abre tus ojos- dice la nube
Lancelot los abre y con manos torpes pero cara de asombro comienza a tocar lo que allí ve. Están todos: dragones y muñecas de trapo, espadas y escudos de madera, balones, hondas, cascos de goma, cintas de colores y caballos, muchos caballos de cartón.
No puede resistir tanta emoción y comienza a jugar olvidando su estado de caballero, ahora es un niño y juega y juega y también come golosinas.
Unas cancioncillas acompañan el trabajo de los duendes que laboriosos se empeñan en terminar los juguetes. Es tarde, la noche está al caer y los niños del pueblo de Camelot los esperan ansiosos.
Cuando llega la hora el más anciano de los duendes prepara una carroza voladora y la llena de cientos de sacos por donde se asoman apelotonados todos los deseos infantiles.
- ¡ eh, maestro ! olvidáis las espadas
- no, este año no las repartiremos
-¿ por qué ? - pregunta Lancelot
- corren años de paz y en los sacos de los juguetes no hay sitio para ellas
- ¡ pero los niños querrán jugar a guerras y necesitarán espadas y escudos !
- no, esta navidad es mágica y el mejor regalo es entregar a cada niño, junto con su deseo, una tierra donde las batallas no existan, donde la inocencia, la nobleza y la tolerancia haga de sus vidas un paraíso, y si tu también te olvidas de ellas la tuya se llenará de juegos infantiles y en tus días siempre habrá una navidad.



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